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viernes, 8 de marzo de 2013

La procesión de las ánimas.

Tomó el pesado candil del asa, se colgó la aparatosa polaroid al hombro y emprendió, decidido, su  hazaña.
Llevaba años escuchando rumores sobre aquella compaña, todavía recordaba el momento en el que su abuela, gallega, le había revelado la leyenda que se había apoderado de tantas vidas humanas. 
Salió de su morada y la puerta crujió antes de sellarse con un portazo. Él, obviando la espesa niebla que cubría sus ojos, anduvo con paso firme, dejando que sus pisadas fuesen guiadas por la tenue luz del farol. 
Conocía mejor esa senda que los pocos metros que configuraban su hogar. Sus pies, intentando no tropezar con algún guijarro, habían memorizado las zancadas que habían de tomar para llegar a su destino sin perderse. 

Alzó el brazo e iluminó a un vigoroso árbol que se erguía a una considerable distancia de su posición. 
Tomó una gran bocanada de aire e intentó retener los nervios, así pues, continuó con su intrépida aventura. 

"Eso te hará rico, chico" había comentado un curioso cuando había expuesto su viaje. Él, había chasqueado la lengua algo molesto y se había limitado a argumentar que el dinero no era la causa de todos los objetivos. 

Arrastró los pies por un sitio algo resbaladizo y como consecuencia, la arenilla se transformó en un polvo molesto, que dificultó su respiración por el lapso de unos segundos. Enarboló el brazo que no sostenía la única luz que poseía, y frotó el tallo del robusto árbol hasta hallar una hendidura, la cual él mismo había tallado días antes, que le indicó cuál era el camino correcto.


Una ráfaga de aire, provocó un escalofrío que nació en sus pies y murió en sus sienes, y también hizo que la llama del candil bailara intentando mantenerse viva. Tras rodear unas zarzas con sumo cuidado, vislumbró una explanada, y ese hallazgo pintó en su rostro una mueca de satisfacción. "Aquí estoy", pensó complacido. Y era cierto, pero si hubiera alcanzado a saber que ese solo era el principio de un imprevisto final, no habría cantado victoria tan rápidamente.

De pronto, se vio envuelto por un gélido torbellino de aire que esta vez, la llama, aunque estaba protegida por cuatro cristales, no alcanzó a soportar. Se quedó petrificado al percatarse de que en ese momento la oscuridad provocaba en el un infinito pavor. Tomó la antigua cámara de fotos y con un clic, plasmó lo que le rodeaba en un papel que tardó escasos segundos en brotar del artilugio. 
Tomó la fotografía y se sintió ridículo al reparar en que sin luz no podría ver qué secretos guardaba aquel papel. 

Se mordió la lengua hasta sangrar, presa del pánico, y fue en ese momento en el que la procesión que tantas veces había imaginado apareció ante sus ojos. Un cúmulo de seres se abigarraba tras la persona que encabezaba el grupo. Éste era un hombre de unos cuarenta años, su rostro era pálido y sus ojos estaban sin luz, perdidos y sumidos en un sueño equivocado. En sus ojos sólo había pupilas, y sin embargo, bramaban piedad con una voz sepultada por un silencio impoluto.

Tras él, un séquito de almas vagaba errante sosteniendo candiles y esparciendo incienso, cuyo aroma se impregnaba en el aire que los presentes respiraban.
El dirigente del grupo frenó en seco frente al aventurero y tras inhalar la vida que poseía su cuerpo, se apartó, dejando que el protagonismo recayera sobre un flotante ataúd. La tapa de éste se abrió y el enigma se resolvió cuando en el interior de la pesada caja, no se encontraba otra cosa sino el cuerpo, inerte y muerto del viajero.

1 comentario:

  1. Me ha gustado tu corto relato y lo he publicado en mi blog:http://radiotierraviva.blogspot.com.es/
    Un beso fuerte.
    ¡animo! sigue escribiendo.

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